La penetración cultural yanqui, complementada por la inglesa, ha recorrido ya un extenso y exitoso camino a lo largo y a lo ancho del mundo, y lamentablemente no parece que vaya a detenerse.
En las grandes ciudades rusas esto se percibe más que en Argentina, me atrevería a decir. Es que imagínense si, por ejemplo, vieran este auto estacionado en la Avenida Corrientes de Buenos Aires, ¿no pensarían que es una ridiculez?
Tomé esa foto en Moscú, mientras observaba cómo la gente se paraba a (ad)mirar semejante vehículo bizarro.
Nombres de negocios en inglés o italiano (recomiendo repasar esta nota) están a la orden del día, pero lo que no deja de asombrarme es la enorme (sin exagerar) cantidad de ropa y accesorios con banderas yanquis o inglesas estampadas. Abundan también las referencias a símbolos y ciudades de dichos países.
La mayoría de los portadores de esta moda son jóvenes, y está claro que el hecho de que las grandes tiendas de ropa (marcas euro-globales como «Zara», «H&M», «C&A», etc) expongan constantemente este tipo de diseños es parte de la explicación del fenómeno que, desde mi punto de vista, de inocente no tiene nada.
Muy de vez en cuando veo por la calle a alguien con una remera con la cara de Putin estampada, y eso me parece más lógico que cuando veo a alguien con una Union Jack (la bandera del Reino Unido) gigante en el pecho.
Gracias al incesante trabajo de hollywood y la industria musical norteamericana, que se han encargado de posicionar los símbolos patrios de EEUU como imágenes globales cotidianas, el contenido de esta nota podría aplicarse a una gran cantidad de lugares en el mundo, pero al tratarse de Rusia llama particularmente la atención, siendo éste un país con marcada identidad nacional y especialmente enfrentado con los gigantes de occidente.