Viajando en marshrutka

Lo que en Argentina se conoce como combi, en Rusia es un transporte público muy popular, y lleva el nombre de marshrutka (forma corta de маршрутное такси, que significa taxi de ruta).

Marshrutka

Las marshrutkas existen desde la época de la Unión Soviética, y con el paso del tiempo fueron ganando terreno hasta convertirse en una alternativa exitosa al colectivo, tranvía y metro.

No está entre mis formas favoritas de viajar, probablemente debido a mi marcada predilección por el metro, pero reconozco que tiene su encanto. En su interior no siempre se respira el mismo clima, pero en general he notado tres casos: 1) demasiado silencio, nadie habla, y hasta un estornudo podría llamar la atención, 2) lo que se escucha es la radio del conductor, que seguramente optó por una donde pasan solamente música rusa, a veces antigua, y 3) algún altercado o problema genera comentarios o indignación, pero no por mucho tiempo. Por otro lado, si están todos los asientos ocupados está permitido viajar parado, pero según el modelo del minibús, podría haber poco espacio, resultando un poco incómodo.

Interior de una marshrutka

El costo del boleto varía según la ciudad, pero es dentro de todo accesible. Normalmente se le paga directamente al conductor, pero ¿qué pasa si la cabina nos queda lejos o es incómodo el acceso a ella? Muy simple: le damos el dinero a una persona cercana, a quien no hace falta decirle ni indicarle nada, a no ser que querramos aclarar que se trata de más de un boleto. Nuesta plata viajará por diferentes manos de pasajeros, llegará hasta el conductor, y de vuelta recorrerá(n) el mismo camino humano (o uno similar) nuestro(s) boleto(s). No hay chances de que en este ida y vuelta se pierda ni un rublo. En la mentalidad rusa hay cosas que se respetan de una forma admirable.
Lo que sí puede pasar es algo como lo que me contó un ecuatoriano que vive acá: al poco tiempo de haber llegado le tocó tomarse una marshrutka y quedó en el medio de una transacción «boletera»; alguien le pasó un billete de 100 rublos, y él, sorprendido y creyendo que se trataba de un obsequio, procedió a guardarlo en su bolsillo. De más está decir que recibió miradas y comentarios poco agradables, aunque le explicaron la cuestión y todo volvió a la normalidad.