Mercados

Me encanta ir a los mercados (рынки), no solamente por las exquisiteces que se pueden conseguir, sino porque es un ambiente muy real y popular donde conceptos como el marketing y la moda no asoman.

En ellos encontramos desde pepinos en conserva hasta guantes de invierno, pasando por frutos secos, ropa de señora y galletitas.

Entre los vendedores (generalmente rusos, azeríes, uzbekos, kirguisos, etc) destaco, por un lado, a las mujeres rusas que, incluso cuando el frío no da tregua, le ponen onda para que uno se interese en sus productos, y por el otro, a los de origen azerí, cuyo comportamiento me recuerda mucho al de los turcos: una hábil presión hacia el eventual comprador y bastante palabrerío. Eso sí, estos no conocen de memoría vocabulario en diferentes idiomas para chamuyar mejor a extranjeros (el caudal turístico en ambos países obviamente es muy distinto). Este parecido del que hago mención no es ninguna casualidad, ya que ambas naciones (Azerbaiyán y Turquía) están étnica y lingüisticamente ligadas.

Los precios son convenientes, pero tampoco tanto. Creo que la clave está en la frescura de los productos y, por qué no, en que al comprar ayudamos a una red de comerciantes más pequeña que la de las grandes cadenas.