A pesar de haber vivido siempre en Buenos Aires, ironicamente la primera vez que intenté aprender algunos movimientos tangueros fue hace unos años atrás en Moscú. En ese tiempo una amiga organizaba milongas en esa ciudad y pensó que sería interesante para los participantes poder interactuar con un argentino, aunque no supiera ni dar los pasos de principiante. Me negué un par de veces, imaginando lo incómodo que me sería repetir constantemente «sí, soy de Buenos Aires, pero no sé bailar tango«, pero al final acepté, la pasé muy bien con la gente, y hasta tomé mi primera clase introductoria.
Durante esa noche hubo un momento clave que se dio mientras observaba cómo se movían los rusos al compás de la música: sentí una profunda nostalgia. Difícil de explicar, son esos sentimientos que afloran cuando uno está lejos de su país, y algunos detalles simples se magnifican. El lunfardo extremo de las letras me recordaba la riqueza y viveza de nuestra habla argentina, y el acento de los cantores me susurraba una familiaridad que me estaba haciendo falta, ya que cuando uno pasa mucho tiempo hablando en otro idioma, pierde algo de sí mismo (rapidamente recuperable, claro).
Superado el clic reflexivo me surgió de adentro una conclusión clara: ¡qué bien les queda el tango a los rusos! Será un poco por su carácter, por su elegancia, por su compenetración, y será también por la mística de los pueblos de alma compleja.
Si bien mi relación personal con el tango no pasó a mayores, es un género al que respeto y admiro muchísimo, y con el que de alguna manera me mantengo en contacto. Por ejemplo, hace poco me invitaron de diferentes escuelas de baile a hacer presentaciones sobre Argentina, y con mucho placer disfruté de la experiencia de compartir las cosas positivas y variadas de mi país.
Los rusos en general prestan atención cuando uno habla, y además suelen sorprender con preguntas que hacen pensar, así que son una audiencia más que interesante.
La escena tanguera en este país crece cada vez más. En varias ciudades hay suficiente oferta de estudios de danza donde se puede aprender, así como también es habitual que inviten a bailarines profesionales argentinos (hasta a un chileno he visto) a dar seminarios o clases. Por otra parte, ya no es tal la sorpresa al saber que, por ejemplo, en la categoría «Tango escenario» del «Mundial de Tango de Buenos Aires» de este año, cuatro parejas rusas hayan quedado ubicadas entre los diez primeros puestos.
Si bien Argentina y Rusia están geograficamente separados por una distancia considerable, entre los puentes virtuales que nos unen, definitivamente el tango se destaca y afirma.
¡Que siga creciendo y que acompañe otros intercambios!