Cuando hace algunos años me invitaron por primera vez a un anticafé en Moscú, no tenía idea de que estaba a punto de descubrir un ingenioso sistema que ya se está propagando a otros países. Lo más parecido que vi en Argentina son las oficinas de trabajo cooperativo (coworking), pero tanto la onda, como el objetivo y el ambiente son bien diferentes.
El anticafé es un espacio multipropósito, abierto a todo tipo de público, con diferentes salas disponibles, donde lo que se paga es el tiempo de permanencia.
Entonces, ¿cómo funciona exactamente?
Al llegar se registra la hora de ingreso y, a partir de ese momento, es posible circular libremente por el lugar, tomar o picar algo, sentarse a leer, sociabilizar con otros, usar la computadora, preparar algo en la cocina, participar de algún curso, evento, o de una reunión planificada, disfrutar de juegos de mesa, etc.
Las facilidades varían según el anticafé, pero en general se tiene acceso a bibliotecas, salas de juegos, patios, habitaciones con algún DJ, y/o secciones neutrales:
En la cocina encontramos todos los elementos necesarios para preparar o calentar bebidas y comidas. Normalmente los lugares proveen a los clientes de té, café, leche y galletitas, pero si se quiere, es posible llevar los propios víveres.
Publicaciones gratuitas e información sobre eventos suelen estar disponibles cerca de la recepción:
Cuando uno piensa que es momento de retirarse, pasa nuevamente por la recepción y paga por los minutos «consumidos».