La disolución de la Unión Soviética a principios de la década del noventa significó, entre otras cosas, una apertura brusca y desprolija al intrigante mundo que latía más allá de los límites de aquel comunismo cerrado.
Entre las cosas que estaban sucediendo en ese momento en el mundo occidental, a nivel musical se destacaba en Europa la movida eurodance: música electrónica bailable que combinaba elementos de techno y disco con melodías pegadizas.
Fue así que los rusos, tal vez en busca de distracción en medio de un clima social inestable producto de la crisis económica y de los altos niveles de criminalidad, supieron incorporar este género, poniéndole un poco de estilo propio y mucho pop, produciendo una gran cantidad de hits que luego pasarían a la historia.
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